
LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO Y LOS TRATADOS DE CÓRDOBA
Por: José Andrés Márquez Frías, Historiador
“1.- Esta América se reconocerá por Nación soberana e independiente, y se llamará en lo sucesivo Imperio Mejicano.
“2. El Gobierno del Imperio será monárquico constitucional moderado.
“3. Será llamado a reinar en el Imperio Mejicano (previo el juramento que designa el artículo 4. del Plan) en primer lugar el Sr. D. Fernando Séptimo Rey Católico de España, y por su renuncia o no admisión, su hermano el Serenísimo Señor infante D. Carlos; por su renuncia o no admisión el Serenísimo Señor Infante D. Francisco de Paula; por su renuncia ó no admisión, el Serenísimo Señor D. Carlos Luis Infante de España antes heredero de Etrúria, hoy de Luca, y por renuncia o no admisión de este, el que las Cortes del Imperio designaren.
“4. El Emperador fijará su Corte en Méjico (sic) que será la Capital del Imperio”.
Así se anuncian los primeros cuatros puntos de los llamados Tratados de Córdoba, formados un día 24 de agosto, pero de 1821, en la entonces Villa de Córdoba, perteneciente actualmente al estado de Veracruz. Con tales tratados se daba fin a los once años de la guerra de independencia en México, reiterándose la tropas españoles de la capital de la Nueva España, hoy México, “sin efusión de sangre, y por una capitulación honrosa”.
Luego de tal firma, Agustín de Iturbide, firmante del tratado en nombre de México, hizo su entrada triunfal a la Ciudad de México el 27 de septiembre de ese año de 1821, junto con sus tropas y las del insurgente Vicente Guerrero.
Sin embargo, el tratado no fue reconocido por el rey Fernando VII ni por las Cortes Españolas, por lo que el primero no vino a México a jurar su nombramiento como monarca del Imperio Mexicano, mientras que la autoridad española que firmó el tratado de Córdoba, Juan O’Donojú, fue considerado un traidor y fuera de la ley en España, no obstante su pronta muerte el 8 de octubre del mismo año.
A pesar de esto, España se vio imposibilitada para recuperar su antiguo dominio, por lo que México siguió su curso, tomando Agustín de Iturbide la Corona del Imperio Mexicano, para mayor dolor del país, pues sería el principio del divisionismo que la nueva nación viviría en el siglo XIX, con los llamados liberales y conservadores, quienes manifestarían irreconciliables alianzas políticas, dejando a México en el desamparo ante las ambiciones imperialistas de EEUU y Francia, que mucho daño harían también al país.
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