
En un reciente comunicado público, se agradeció al Comisariado Ejidal de Empalme Escobedo —presidido por Juan Ángel Valadez Vargas— por su participación en una actividad de reforestación bajo el lema “¡Sembrar árboles es sembrar vida!”. A esta invitación a “adoptar un árbol” también se suma el llamado a acercarse a la Dirección de Ecología y Medio Ambiente. A simple vista, podría tratarse de una acción bienintencionada. No obstante, este hecho evidencia un problema mucho más profundo que va más allá de la simple plantación de árboles: el preocupante uso del aparato público como plataforma de autopromoción y concentración de poder.
Y es que no se puede pasar por alto un dato clave: el mismo Juan Ángel Valadez Vargas no solo es presidente del comisariado ejidal, también es el actual director municipal de Ecología y Medio Ambiente.
Es decir, el director de Ecología hizo un convenio consigo mismo como Comisariado Ejidal de Empalme, Escobedo. Este doble cargo no solo genera un evidente conflicto de interés, sino que cuestiona seriamente la transparencia y ética de la administración municipal encabezada por Gilberto Zárate Nieves, quien ha optado por solapar esta dualidad con total pasividad.
Resulta alarmante que, ante problemáticas ambientales urgentes como la falta de manejo integral de residuos, la contaminación de mantos acuíferos, o el rezago en educación ambiental en comunidades, se prioricen acciones mediáticas sin respaldo técnico y sin claridad sobre su impacto real. Sembrar árboles no es un acto menor, pero sin un plan serio, sin seguimiento, y sin evaluación, no es política ambiental: es espectáculo verde.
La crítica se agudiza al notar cómo esta situación se ha mantenido bajo la complicidad silenciosa del presidente municipal Gilberto Zárate Nieves, quien lejos de corregir este desbalance, lo ha tolerado —o incluso promovido— como parte de un entramado político donde lo importante no es el bienestar del medio ambiente, sino el posicionamiento de figuras afines. Se prioriza la visibilidad individual por encima del deber institucional, y se pierde de vista que los cargos públicos existen para servir, no para brillar.
Es urgente que los ciudadanos de Comonfort reflexionen sobre la seriedad de estas prácticas. Cuando un servidor público acapara cargos estratégicos, utiliza canales institucionales para su beneficio personal, y además es protegido por la máxima autoridad municipal, no estamos frente a un ejercicio de gobierno responsable, sino frente a una distorsión del poder. Y en lugar de sembrar vida, como sugiere la propaganda, lo que se está sembrando es desconfianza, centralismo y clientelismo.
Porque en política —como en el campo— lo que se siembra, se cosecha. Y si lo que se siembra es ambición disfrazada de verde, el fruto será más sombra que oxígeno.