Por: Maestra en Estudios Sociales y Culturales: Ma. De Los Ángeles Arroyo Montoya
Hace unos días me interesé por leer sobre los pueblos fantasma en México, y me llamó la atención una nota de El Universal que decía “son auténticas poblaciones que, por una causa u otra, fueron abandonadas a su suerte”, inmediatamente y por esa maravillosa memoria que funciona por asociación, pensé en Celaya, la ciudad que, desde hace meses y de poco a poco, se ha quedado vacía, abandonada a su suerte. Y no hablo de la confinación voluntaria por la pandemia, sino de la soledad que acecha las calles por la creciente inseguridad que azota la ciudad desde hace tiempo.
El ejemplo más claro y espeluznante es lo acontecido en El Llanito en Apaseo el Alto, que, con los detalles conocidos al conocerse el hecho en la población celayense ha aumentado el miedo y la incertidumbre. Pero ¡que va del miedo!, más bien el pánico, una emoción, una respuesta y un impulso de supervivencia que, según Franco Berardi, filósofo italiano, se trata de una “reacción de un organismo sensible y consciente”.
¿Cómo surge el pánico? Cuando la estimulación ambiental golpea nuestro cuerpo y nuestra mente aparece el pánico y otras psicopatologías que, en estas circunstancias, se trata de una patología social.
La palabra y la sensación de miedo y pánico han quedado “cortas” ante un cúmulo de reacciones y sensaciones psíquicas y físicas que prevalecen en los celayenses, y quizás en todos los pobladores del contexto guanajuatense. “Sus calles y casas vacías expresan nostalgia”, prosigue la nota periodística, ¿Qué otras emociones desatan las circunstancias de una ciudad en la que se ha entrado a un toque de queda voluntario?
Sabemos también de muchas personas que, como parte de esa reacción de “lucha por la vida”, han dejado sus hogares en esta ciudad. Familias enteras siguen huyendo de un escenario que se asemeja a lo belicoso de algunos países del Oriente Medio.
Lástima por los que nos quedamos y debemos forzar nuestros horarios académicos, laborales y de recreación a horarios “seguros”. ¿Qué hay de aquellas personas cuyo trabajo les obliga a llegar a casa de madrugada? Lamentablemente, las condiciones de desigualdad laboral impiden tomar conciencia de la situación que vive Celaya en la actualidad que, más que esperanzadora, parece que se intensifica. La perdurabilidad de la violencia y la negligencia del Estado seguirá de dejándonos abandonados a la suerte y ante un estado de pánico permanente.