Opinión

“La psicología a favor de la ideología” Sobre cómo dos “psicólogas” propiciaron la violencia de género y discursos de odio en Celaya, Guanajuato en el Día Internacional del Hombre

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Carta de bufete de psicólogas en el estado de Guanajuato

La siguiente columna surge como respuesta ante la indignación generada por un polémico “podcast” promovido por Antonio Lavín, ex Subdirector del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Celaya (INSMACC), quien, tras un año de su despido de dicho instituto, ha utilizado la psicología para promover sus propios fines personales y políticos. Este acto, que ha causado una profunda indignación de algunas y algunos profesionales de la salud, ha sido encabezado por dos psicólogas que, en lugar de aportar un análisis basado en principios científicos y éticos, han generado una discusión basada en opiniones polarizadas sobre la “igualdad del hombre” y la presunta opresión de los hombres frente a la creciente ola de feminismos contemporáneos.

Las declaraciones vertidas en este podcast no solo distorsionan los principios fundamentales de la psicología, sino que también refuerzan ideas que carecen de un fundamento sólido, abriendo un espacio para la desinformación y la polarización social. En un contexto donde las voces de los profesionales de la salud mental deberían promover la comprensión y el respeto, la utilización de este espacio para incitar al debate sin base científica ni ética pone en riesgo la integridad de la disciplina psicológica. Incluso el supuesto “podcast” ha estado cargado de burlas irónicas, sarcasmo y una total carencia de discurso social, psicológico, filosófico sobre el significado del género, la igualdad, la equidad y la justicia.

En el podcast promovido por Antonio Lavin, se emiten frases que desacreditan el feminismo y sus causas, como al referirse al feminismo radical como “no es el feminismo real” y a los colectivos feministas como aquellos que “reciben dinero y solo buscan dividir a la sociedad”. Además, Lavin hace alusión a la “deuda histórica” y afirma que “las mujeres deberían ir a la guerra para pagar esa deuda histórica”, trivializando de manera alarmante la lucha feminista. A esto se suman comentarios racistas y clasistas, como la afirmación de que “tú que eres güero tienes deuda con los más morenos” y su expresión “qué bueno que ganó Trump”, que refuerzan la división, el odio y la discriminación.

Además, al sugerir que las mujeres utilizan el poder para “difamar”, la psicóloga Daniela Centeno contribuye a una visión misógina que deslegitima las luchas por la igualdad y la justicia social, favoreciendo la desinformación y la polarización. También afirma que “las mujeres quieren que mágicamente se cambien los patrones de conducta” y que existe un “abuso del poder que se nos está confiriendo”, lo cual refleja una clara falta de comprensión de las realidades que enfrentan las mujeres en la sociedad. Aún más grave es la propuesta de la psicóloga Isis Arreguín de inaugurar un “instituto municipal del hombre” como respuesta al “empoderamiento” que las mujeres han logrado en los últimos años, el cual, según ella, se ha “sobrepasado” y se ha convertido en un “empoderamiento tóxico”. Estas declaraciones no solo minimizan la importancia de los avances en la igualdad de género, sino que también promueven una visión distorsionada que busca frenar la lucha por la equidad, mientras refuerzan la idea de que el empoderamiento femenino es una amenaza, en lugar de ser una oportunidad para transformar y mejorar las estructuras sociales en beneficio de todos.

La negación del género en medio de la burla irónica del “género y la tragicomedia”, frase de Antonio Lavin, refleja una falta profunda de comprensión sobre los temas de igualdad de género, feminismo, clasismo y racismo. A través de sus declaraciones, Lavin no solo minimiza las luchas legítimas de los movimientos sociales, sino que las ridiculiza al abordarlas como una especie de comedia trágica, despojándolas de su seriedad y urgencia. Esta postura no solo evidencia su falta de preparación y formación en temas fundamentales como la teoría de género, sino que también refleja un desconocimiento flagrante de las implicaciones sociales y culturales que dichos temas tienen en la vida de las personas, especialmente en las mujeres y grupos históricamente oprimidos.

La falta de capacitación teórica y práctica sobre la igualdad de género y los feminismos en su discurso es alarmante, ya que alguien con visibilidad pública, como la de Lavin, tiene la responsabilidad ética de abordar estos temas con la seriedad y el respeto que merecen. Al trivializar las luchas contra el clasismo, el racismo y la violencia de género, Lavin no solo perpetúa una visión reduccionista y desinformada, sino que contribuye a reforzar los estereotipos y las desigualdades que deberían ser cuestionadas y erradicadas. En lugar de contribuir al diálogo constructivo sobre la igualdad, su enfoque irónico y despectivo refuerza el statu quo y dificulta el avance hacia una sociedad más justa y equitativa para todos.

Antonio Lavín ha utilizado la psicología como un instrumento para canalizar el resentimiento generado por haber sido exhibido públicamente por una mujer y por diversas feministas. Este acto de exposición, que en su momento reflejó una denuncia legítima sobre conductas inapropiadas, parece haber desencadenado en Lavin una respuesta emocional que lo ha llevado a manipular la psicología con fines personales y políticos. A través de sus declaraciones y su utilización de la psicología, ha promovido una narrativa que no solo busca deslegitimar las luchas feministas, sino que también presenta una visión distorsionada de la “opresión del hombre” ante los movimientos por la igualdad de género. Esta actitud refleja un intento por justificar su propia posición frente a las críticas recibidas, al mismo tiempo que fomenta un discurso polarizador y ajeno a los principios éticos que deben regir la práctica profesional de la psicología.

En un mundo donde la psicología se presenta como una herramienta para promover el bienestar y el entendimiento, resulta alarmante que dos profesionales de esta disciplina hayan hecho un llamado a la violencia de género y propiciado discursos de odio en el contexto del Día Internacional del Hombre en Celaya, Guanajuato. Lo sucedido en este evento no solo plantea un interrogante sobre la ética profesional, sino también sobre el poder de las ideologías en la configuración de la realidad social y el daño que estas pueden ocasionar cuando se convierten en el motor de la práctica psicológica.

A nombre de la psicología, exigimos que las autoridades pertinentes tomen las medidas necesarias y procedan con una denuncia formal contra las psicólogas Isis Arreguín y Daniela Centeno por sus declaraciones que atentan contra la ética profesional de la psicología. Y se investiguen si realmente cuentan con estudios de psicología y perspectiva de género. Este tipo de actitudes no solo distorsionan los principios fundamentales de la disciplina, sino que también promueven discursos peligrosos que pueden tener un impacto negativo en la sociedad, en particular en el contexto de la igualdad de género y la lucha contra la violencia. Es esencial que se tomen acciones claras para salvaguardar la integridad de la psicología como ciencia y su responsabilidad social.

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