
Fotografía tomada de la web. Ahuehuete Oaxaca. Por: José Luis Ramírez Sánchez.
“Cuando un hombre planta árboles
bajo los cuales sabe muy bien que nunca se sentará,
ha empezado a descubrir el significado de la vida”.
Elton Trueblood.
Para los antiguos mexicanos el “viejo del agua”, simbolizaba la unidad entre el cielo, la tierra y el inframundo. Sus raíces, sumergidas en el inframundo, su tallo en la tierra y su fronda en el cielo era lo que permitía que la vida fuese una unidad posible. Cuando los ocho barrios de los antiguos mexicanos salieron de Aztlán, en busca de la “tierra prometida”, al partirse un “viejo del agua”, fue la señal divina para su división. De allí, el pueblo azteca se separó de los otros 7 grupos, y una nueva historia comenzó.
El “viejo del agua” fue el árbol preferido del poeta y gobernante, Netzhualcoyotl, él lo cultivó y lo propagó por el territorio azteca. Un árbol como el ahuehuete, de tallas de hasta 40 metros de altura y 15 metros de diámetro y cientos de años de vida no podía ser mejor símil de fuerza, poder, longevidad y arraigo a la tierra, para un pueblo guerrero y victorioso como el suyo. Por eso su definición como árbol sagrado, no era ligera.
Los saltos en el tiempo para hablar de un árbol tan imponente como el ahuehuete, solo son un punto de partida para la reflexión sobre lo que hemos hecho con lo que nos ha permitido la vida en todo sentido. Netzahualcoyotl, propagó este árbol, nadie más en mil años lo ha hecho. Pero muchos de esos centenarios árboles ahora están condenados a la destrucción y al maltrato más absurdo y estúpido.
Los ahuehuetes, al igual que el agua en la que nacen, hoy están agotándose, están muriendo. Quizá esta sea una nueva señal de lo que antes percibíamos como algo imposible de suceder. Los ahuehuetes han sido testigos de pasajes muy importantes de la historia del país, en uno de ellos lloró su derrota Hernán Cortes. Los ahuehuetes sembrados por Netzahualcoyotl han visto como en más de mil años se ha transformado el paisaje social, cultural, económico y político de esta nación.
En el año 1921 para celebrar el Centenario de la Consumación de la Independencia, el ahuehuete fue nombrado Árbol Nacional, según datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia y de la Secretaría del Medio Ambiente del D.F. En este bicentenario los pocos ahuehuetes que se han salvado de la depredación, y del “orgullo nacional” ni siquiera fueron mencionados.
Como muchos otros recursos forestales, y como muchos otros símbolos de la identidad nacional, “el viejo del agua” está en peligro de desaparecer. Dos mil años de edad tiene el árbol del Tule que vive en Oaxaca, otros más en otros lugares del país no son menores en edad, pero este desmesurado frenesí por urbanizar, comprar y vender hasta el último centímetro de tierra terminará por borrar no sólo el pasado histórico, sino también cualquier motivo del que podamos sentirnos orgullosos en este hermoso e incomprendido territorio del mundo.
Creo que en Guanajuato podemos comenzar por hacer un inventario de los ahuehuetes que se encuentran en Celaya, Yuriria, Apaseo el Alto, San Miguel de Allende, Pénjamo, Salvatierra, Acámbaro y en muchos otros lugares. No se trata de salvar ahuehuetes, pues ellos se han cuidado muy bien durante siglos, se trata de generar una actitud de respeto y admiración por ellos, porque a pesar de su grandeza, han sufrido la actitud rapaz y depredadora de “manos humanas”.
Los ahuehuetes de Santa Rita, De Canoas son una bendición, pues de ellos como por arte de magia brota el agua que ha colmado la sed de sus habitantes, creo que se puede proteger el entorno de muchos más si contribuimos con información, con tiempo y con trabajo físico para impedir que sean devorados por el “desarrollo urbano”.
De la voz a la tinta.