
LA PENITENCIARÍA DE LECUMBERRI, HOY ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN Por:Andrés Márquéz Frías
“El 26 de agosto (de 1976), el jefe de vigilancia me rindió parte: sin novedad, ya no hay más reclusos, ese día se fueron los últimos. Crujías vacías, pasillos solos; en las aulas del polígono temido había solamente silencio abrumante (…) anunciando que la era de Lecumberri había llegado a su fin”, recuerda Sergio García Ramírez, último director de este lugar.
¿Dónde era allí? El Palacio de Lecumberri; o mejor dicho, la Penitenciaría de Lecumberri, también nombrado el Palacio Negro, debido a las historias de maltrado e injusticia que se vivieron allí. El lugar fue utilizado como tal de 1900 a 1976, para luego, el 26 de mayo de 1977, nombrarlo la nueva sede del Archivo General de la Nación, el repositorio de documentos históricos más importantes de México, ubicado en la capital del país.
Aunque el nombramiento se dio en esa fecha, fue hasta el 27 de agosto de 1982 cuando se utilizó como archivo.
El edificio, desde su construcción, muestra una arquitectura que inicia con un enorme círculo en el centro, del cual salen seis pasillos rectos en forma de rayos de sol, que, la estructura, cumple la función panóptica, esto es, vigilar a todos desde un punto.
Si uno visita tal recinto, no podría dar crédito de que allí haya sido una penitenciaría, pues hoy se encuentra elegantemente acondicionado para los investigadores de la historia de México, quienes pueden consultar los más de 52 kilómetros lineales de expedientes que van de la década de 1530 hasta la de 1990. Tales expedientes se encuentra clasificados en seis grupos documentales que son: México novohispano, México independiente, México contemporáneo, archivos de privados, Colecciones y documentos y acervo gráfico, los cuales, a su vez, tiene otras clasificaciones.
Yo he tenido la oportunidad de visitar este archivo para diversas investigaciones, entre las que se encuentran las dos publicaciones que ya tengo en mi haber: “Cortazar a más de 300 años de historia” y “Revolucionarias, delincuentes y afectadas. Mujeres guanajuatenses durante el Porfiriato y la Revolución Méxicana”.
Para finalizar, digamos que los documentos son nuestra memoria histórica, indispensables para recordarnos quiénes somos, por lo que hay que conservarlos.