
VIOLENCIA Y FELONÍA EN CASA Por: José Luis Ramírez
Sí, no lo niego, amo a las mujeres que sonríen. Hoy leí, y disculpas por no citar la fuente pero no lo recuerdo, que la razón de la vida, es vivirla. Parece una simpleza que no alcanzaría el rango de filosofía, ¿pero qué otra cosa nos tiene arruinando el planeta, sino este verbo que a veces se nos atora en la garganta y en la cabeza? Me pregunté si el otro encierro involuntario que no tiene puertas y ventanas, es vivir la vida. Hoy, las noches llegan en algunas casas en una doble y violenta reclusión. El covid-19 gestó la violencia dentro de los hogares, y obligó a cerrar hasta las ventanas para impedir salir de ella, a cientos de miles de mujeres y niños. Ellos han dejado de sonreír. ¿Y usted?
La casa, o simplemente el espacio donde se vive, se han convertido en el primer escenario de la violencia familiar. Escalofriante, sí, esa es la palabra. Cuando se anunciaba la reclusión como forma de impedir la propagación y contagio de la neumonía fatal, pensé en el otro virus que todos los días y desde hace años, deja muertos en vida: el abuso, y la violencia sexual infantil.
Cada año, más de 4 millones y medio de niñas y niños son víctimas de abuso sexual. México, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) tiene el primer lugar mundial en estos delitos. De acuerdo con el Colectivo contra el Maltrato y Abuso Sexual Infantil, esta cifra es poco realista porque sólo es denunciado uno de cada 100 casos de abuso. Si apestan las oficinas de las instituciones que deberían garantizar la seguridad y el bienestar, ya sabe porque.
Muchos de esos felones encubiertos, se desgarran las vestiduras, y a la vieja usanza griega casi se arrancan los cabellos, denuncian a los que asoman la nariz en la ventana y a los que caminan en las calles, mientras que adentro de sus casas, la violencia es el plato que se puede servir tres veces al día.
La violencia sexual infantil, “es una conducta perpetrada, en su mayoría, por familiares directos de niños, niñas y adolescentes”. Lo digo en voz alta, dentro del confinamiento, se tejen historias de asco y cinismo. El silencio es un crimen a domicilio.
Todos los días veo como se difunde grotescamente la contabilidad de los muertos, de contagiados, y también escucho los plañidos que llaman a guardar la “sana distancia” y el encierro, pero lo invito a comparar estas otras cifras, que a nadie les llama su gentil preocupación.
En México, “el número de niños y niñas sometidos a esclavitud sexual oscila entre 16 mil a 20 mil (INEGI, UNICEF, DIF). Otros estudios calculan que la cifra asciende a 70 mil, de los cuales, 50 mil son explotados en las zonas fronterizas, y 20 mil en el resto del país. Todos los días, hay niñas y adolescentes desaparecidas dejando a las familias en una profunda consternación, y con heridas emocionales peor que la muerte por Covid-19.
Supongo, y espero que el coronavirus haya frenado el deplorable turismo sexual infantil que nos colocaba en los primeros lugares del mundo, y que hasta hace unas semanas inundaba México. Si se pudo cerrar la frontera a los extranjeros contagiados de neumonía, si se pudo parar el país para evitar la muerte por una enfermedad contagiosa, si se pudo invertir miles de millones de pesos para publicitar recomendaciones de cómo evitar morir contagiado lavándose las manos, ¿por qué no paramos el país para evitar que pudran lo más rescatable de nuestra población: los niños y los adolescentes?
Amo las mujeres que sonríen, porque son la expresión de la alegría mas refinada de la vida. Y creo que muchas han cambiado su sonrisa por una mueca atroz, porque son mujeres que también han sido, y son violentadas en lo que debería ser su fortaleza, su hogar. El año pasado el SESNSP, registró 239 219 carpetas de investigación por delitos contra la familia.
Solo por mencionar un dato al vuelo, en el primer mes de contingencia “sanitaria” –marzo- se presentaron a nivel nacional 23,214 denuncias por violencia intrafamiliar. Estos números solo revelan la punta del iceberg, la parte oculta tiene rostro infantil. Para contrastar: tenemos 47 mil 144 casos confirmados de covid19; hay una recuperación de pacientes de 31,848, y personas fallecidas 5045 (16-5-2020). El año pasado fueron asesinadas 2 883 mujeres, y solo 726 se investigan como feminicidios. La violencia intrafamiliar no es temporal, es la crónica diaria del cinismo y la muerte.
Hace tiempo lo mencione, la Asociación para el Desarrollo de Personas Violadas, denunció que no hay atención a la violencia sexual, que es invisibilizada pese al incremento de casos. Al señalar que su organización ha detectado casos de menores de entre 4 y 5 años víctimas de violencia sexual, que no son denunciados, además de que no hay “peritos especializados para atender a los menores agredidos”.
En la mayoría de los casos el abuso sexual es una experiencia traumática. La niña o niño lo vive como un atentado contra su integridad física y psicológica. Los eruditos de la grisura, señalan que “puede” afectar su desarrollo psicoemocional, así como su respuesta sexual en la vida adulta. De cierto, en este pantano de la ignominia solo crece desolación, y el covid19 llegó a desfigurar la sonrisa de los niños, y de esas mujeres que traían un sol en su boca y en su mirada.
El planeta en esta pandemia recuperó en semanas la capa de ozono, ¿los habitantes se atreverán a recuperar la dignidad y su condición humana? Yo lo dudo, pero no por eso dejo de apostarle a la rebeldía femenina como el gesto mas genuino para construir un mundo para la vida, y no para la muerte.
Revolcadero. La ciudadana Paniagua, ha fallado en todo. Después de que se levante la contingencia sanitaria, tendrá una oportunidad de oro: cambiar de asesores, y de gabinete para desagraviar a los celayenses. Y si no, quizá sea ya el momento de solicitar la desaparición de poderes. El caos se avecina, y no hay gobierno.