El lugar incorrecto para morir. Por: José Luis Ramírez
Porque aquí el momento y el lugar no favorecen a los vivos.
Celaya, según la ciudadana Paniagua, se ha convertido en el lugar equivocado para morir. Alonso, Thelma, Emilio, Antonio, Nayeli alumnos del Instituto Tecnológico de Roque, perdieron la vida porque no pudieron escoger la fecha de su vida ni la de su muerte. No eran adivinos, no viajaban en vehículos blindados, no trabajaban como presidentes municipales, solo eran estudiantes, algunos trabajando y estudiando duramente, y otros, intentando vivir en este infierno.
El viernes pasado fueron asesinados Antonio Balderas y Nayeli Gonzalez, junto con otras dos personas, en el bar “Las muñecas”, ubicado en una zona residencial. Seis días después, la ciudadana Paniagua, dijo que “no era el mejor lugar para la estancia de jóvenes”. Es decir, no era el mejor lugar para ir a morir, porque morir puede ser cualquier lugar de la ciudad: afuera de la escuela donde estudias, en el camino al trabajo, en la oficina, en la taquería, en la tienda de la esquina, porque ningún lugar es seguro, pero sí hay mejores lugares, según ella, para que los jóvenes se vean cara a cara con la muerte.
Desde el lunes 2 de marzo en el Instituto Tecnológico de Roque, bullía la idea de marchar para exigir justicia por el asesinato de Antonio y Nayeli. Los estudiantes de agronomía, empezaron a solicitarle al Consejo estudiantil que organizará una protesta, pero se negaban a gestionar la petición. La negativa se hizo oficial desde el miércoles 4, y la autoridad educativa lo avaló. Pero, la presión de mas de 100 estudiantes ante la puerta de la dirección, dio un giro el jueves por la tarde y el Consejo Estudiantil convocó a la marcha para el siguiente viernes.
Según la ciudadana Paniagua, vivimos en el lugar equivocado, en el momento equivocado y con la gente equivocada. Aquí las mujeres, los niños, los jóvenes, los hombres son blanco del tiempo y el momento, las balas asesinas son casualidad del destino. La granada explosiva que detonaron en el bar es pirotecnia del azar. El gobierno, solo observa.
La marcha está convocada para salir del norte de la ciudad a las 9.30. Poco a poco se reúnen los jóvenes del Tecno de Roque, su icono escolar es el carnero. La fila se va alargando, la convocatoria ha circulado por toda la ciudad y por todas las escuelas de educación media y superior. La suma de los “Carneros” no sobrepasa los mil, el Director ha descalificado la marcha, y algunos maestros han coaccionado a los alumnos, con exámenes ese mismo día. El rostro enfermo de una sociedad hipócrita, y una educación malsana comienza a aparecer.
Tengo en la memoria las últimas dos manifestaciones que realizo el Tecnológico de Celaya, el de los “Los linces”; la primera fue enjaulada y negociada con el Director, el Consejo Estudiantil -donde se destacaban los hijos de personajes panistas, y jóvenes militantes del Pan- y con la misma ciudadana Paniagua. El director de Roque, les propone la misma idea a los estudiantes: una protesta adentro de la escuela, los jóvenes se niegan. Los operadores de Paniagua, fracasan, pero no se rinden. Las amenazas comienzan a llegar a los jóvenes, están subidas de tono.
Son las 9.40, la marcha comienza. Al frente va don Antonio, su hija, y su esposa, la señora Alejandra, en las manos lleva una fotografía de Toño, su rostro y su mirada revelan un corazón cayéndose a pedazos. A lo largo de avenida tecnológica hay una vigilancia inusual, más de 10 camionetas de la policía municipal con no menos de 5 elementos, están estacionadas en batería y de frente a la circulación. Listos para salir a toda marcha.
Los jóvenes avanzan. Justo cuando pasan frente a los policías municipales, corean: “en dónde están los policías que nos iban a cuidar”, los policías desarmados moralmente, y sin ninguna arma visible solo escuchan y se miran unos a otros. Son muchos los jóvenes que gritan vigorosamente, en su mirada hay una esperanza de sumar mas acompañantes. El Tecno de Celaya, está unos 300 metros, ellos esperan que aparezca la solidaridad fraternal que los unió hace meses. Pero solo aparece el tecno, el de los linces sin garras y sin dientes, no hay ni un grupo de ellos, no hay una sola voz de apoyo, ningún cartel, solo muestra su cara repugnante, la insensibilidad. Adentro de las aulas se domestica la conciencia, y se incuba el egoísmo. La violencia y el crimen sonríen maliciosamente.
El vigor de las consignas no baja. Algunos automovilistas apoyan tocando el claxon de sus automóviles, otros, indiferentes, esperan no ser asaltados en el esquina siguiente. Los periodistas suben y bajan, toman fotos, videos, los maestros del Tec de Roque marchan al final, son pocos, pero ahí están educando con el ejemplo. Al paso de la marcha, las campanas de la Iglesia de San Antonio repican en solidaridad; días antes, en ese lugar fue velado el cuerpo de Toño. Hay un minuto de silencio.
“Por siempre salvaste muchas vidas, pero nadie logró salvar la tuya, adiós hermano, te quiero”. Toño lleva una camisa a cuadros, el pelo recortado, es de rostro redondo y limpio, ahora es una imagen entrañable que camina al lado de su familia. Solidario, y fraterno, estuvo salvando vidas en el último temblor que sacudió a la ciudad de México. Los topos, no le escatiman reconocimiento en las redes sociales.
Desde la calle Juárez, camino a un lado de Don Antonio, tiene una serenidad envidiable, me dice que ha sido difícil, pero que está tranquilo porque sabe dónde está su hijo. Pienso en aquellos padres que buscan en la nada a sus hijos desaparecidos, a las esposas buscando a sus maridos, a los hijos buscando una esperanza. Entiendo lo que dice. En voz baja, me confiesa que él debe permanecer fuerte, porque es el respaldo de la familia.
Hoy, la gente que vive arrinconada por el miedo a la violencia, no salió a su puerta para apoyar con aplausos a los jóvenes de Roque; los “alamedenses iracundos” no salieron, ni se vistieron de blanco para protestar; la Universidad Politécnica ni siquiera externó un mensaje de apoyo. Los colegios de Irrigación, acosados por el robo de autos, trabajaron como si fueran ajenos a la ola de impunidad, corrupción y crimen que permea nuestra ciudad. Cada quien viven en su isla virtual, excepto cuando la tragedia se cierne sobre ellos.
¡Alonso! ¡Presente!
¡Thelma! Presente!
¡Neyeli! ¡Presente!
¡Antonio! ¡Presente!
¡Emilio! ¡Presente!
¡Ni uno mas, ni uno mas, ni un asesinado mas! ¡Ni uno mas, ni uno mas, ni un asesinado mas! Las consignas estremecen los muros de piedra del centro histórico. Hemos llegado a las puertas de la presidencia municipal. Llego junto a la familia Balderas, nos paramos, se forma un semicírculo, las consignas resuenan, pero adentro el edificio casi está vacío como el corazón de muchos que lo habitan.
Los sollozos de la madre de Toño, y los gritos de reclamo de su hermana, atraen a los periodistas. Los “Carneros” callan. Los gritos aluden a la alcaldesa, “Baja y dímelo en la cara que mi hermano estaba en el lugar equivocado, baja y dímelo a mí”.
Solo unos minutos esperaron afuera. Una comisión será recibida por la ciudadana Paniagua, el protocolo se repite. Minutos mas tarde, los Carneros entran al patio de la presidencia municipal, las pancartas tapizan los muros. La fuente de agua transparente, es coloreada de rojo, Toño Santillán, la agita y revuelve con sus manos. Las consignas vuelven: ¡Elvira Paniagua no sirves para nada! El eco de otras protestas está presente.
Tardarán mas de dos horas dialogando en la oficina de la alcaldesa. Recibirán las mismas promesas de apoyo que estallarán en el aire como burbujas de jabón. Miguel de Jesús Quiroz, director del Tecnológico de Roque, sigue la pauta oficial, declara a la prensa, que mataron a Toño “por la compañía en la que andaba”, y de victimario de la familia, pasa a benefactor: no habrá represalias para los estudiantes. La arrogancia e impunidad de otro servidor lenguaraz, danzan de la mano, por ellos, las calles siguen tiñéndose de rojo, y los padres llorando la muerte de sus hijos.
Revolcadero.
La ciudadana Paniagua administra los obituarios, pero no gobierna.