Opinión

Estamos desobedeciendo en momentos equivocados

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Imagen: @ferranmartín Por: Psicóloga Ángeles Arroyo Montoya  (SOBRE LA GENTE QUE NO SABE ESTAR EN SU CASA) 

La mayoría de las personas sabemos de las medidas drásticas que, desde la federación, se han tenido que tomar ante la crisis pandémica de los últimos meses. Exacto, la mayoría. ¿Por qué la totalidad de las personas no sigue una simple indicación? Aunque parece simple, en términos prácticos no es tan sencillo que las personas de toda la mancha urbana y las zonas rurales permanezcan en sus casas. Esto conlleva a reflexionar sobre la viabilidad que todos tenemos de permanecer en los hogares. Varios son los motivos que lo propician.

En los últimos días, han circulado en las redes los comentarios, imágenes y videos de personas que “viven al día”, “que no pueden quedarse en casa”, “que tienen que llevar el alimento a sus hogares”. Es decir, una gran parte de la población mexicana “subsiste” a través de las ventas diarias y en el peor de los casos, de las limosnas. Eso se entiende perfectamente. Sin embargo, ¿Qué pasa con aquellas personas que salen de paseo, realizan fiestas u otras actividades recreativas?

Se sabe también que las autoridades municipales han tenido que “acordonar” diversos espacios públicos tanto en la ciudad como en diversas comunidades. Lo que poco se sabe es que, a pesar de ello, la necedad de las personas es mucho más fuerte. Ya circulan fotografías donde se viola toda clase de espacios e indicaciones y persisten las fiestas domiciliarias con una gran cantidad de personas. Esto sugiere un análisis no solamente social sino psicológico. Romper los hábitos, por un lado, se convierte en un aspecto intolerable para muchas personas y también la “desobediencia” que ha sido parte de la humanidad casi por naturaleza. 

En muchos aspectos de nuestra vida cotidiana nos guían nuestros “hábitos” es decir, comportamientos repetitivos o reiterativos y a veces involuntarios o inconscientes. Pueden ser positivos, como hacer ejercicio o negativos, como fumar. Así, muchos de nuestros hábitos diarios suelen ser difíciles de erradicar o de disminuir. A la inversa, es también complicado construir hábitos distintos a los que hemos venido repitiendo durante años. Desde el ámbito de la cognición (entendida como la capacidad del ser humano de aprender o adquirir conocimientos), la construcción de nuevos hábitos constituye todo un reto ya que los hábitos propician también nuevos “esquemas mentales”.

Ante este proceso mental tan complejo, la dificultad que presentan muchas personas para erradicar o construir nuevos hábitos suele ser más que complicado. Dejar de ir al gimnasio, a la cafetería, a la escuela y sitios públicos no es tan fácil. Asimismo, es viable comprender que la casa no ha sido un sitio concurrido por muchos. El hábito de leer, ver TV, un juego de mesa, convivir con la familia o incluso limpiar la casa no suele ser tan sencillo como parece. Ante estos momentos, nos damos cuenta de que ¡nuestra vida ha transcurrido en las calles! Esto provoca entonces, que seamos desobedientes.

La obediencia, en estos momentos, tiene un componente legal y también de conciencia individual. Por un lado, las autoridades de diversos países han reglamentado la estancia de las personas en casa y han sancionado aquellas que violan el resguardo. A nivel de conciencia individual, muchos han detestado la falta de responsabilidad de las personas que no acatan las órdenes. En momentos de crisis, la desobediencia suele constituir un acto racional (por ejemplo, salir porque tengo que trabajar para comer).

Hace unos días leía “lo esencial de la obediencia es que una persona llega a considerarse instrumento para realizar los deseos de otra, y por tanto deja de creerse responsable de sus propios actos.”  En estos momentos, la misma sociedad se ha convertido en ley que, por medio de comentarios negativos, obliga a los demás a quedarse en casa. Y, por otro lado, considero que la obediencia se debe infundir desde arriba, es decir, las autoridades deben construir el hábito de la obediencia en sus ciudadanos (sin que esta se convierta en represión).

Así, el hábito de la obediencia puede constituir un acto que desencadena otros, como la responsabilidad o la conciencia individual. Esto nos habla de que nuestra sociedad se encuentra en un momento de crisis, no solamente de salud sino de valores y de moral. Finalmente, de esto surge la siguiente reflexión: estamos desobedeciendo a momentos equivocados.

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