Opinión

Las grandes empresas celayenses ante la contingencia mundial

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Por Psicóloga: María de los Ángeles Arroyo Montoya

En los últimos meses, la ciudad de Celaya ha estado envuelta en diversas dificultades. La inseguridad que ha azotado las calles, las violencias manifestadas contra la población estudiantil y la sociedad civil. Todo ello ha impactado los medios de comunicación, la percepción de las personas y, cada vez más, la ciudad está en la mira de proyectos de seguridad nacionales.  No cabe duda de que el impacto social y económico ha desembocado en las decisiones de las grandes empresas de la región y que, a pesar de todo, mantienen un ritmo de trabajo acorde a sus objetivos de producción y de ganancias económicas.

Por otro lado, se ha criticado el entorno de los “recursos humanos” es decir, el bajo salario, el desgastante horario laboral, el outsourcing, la adquisición de las prestaciones de ley, las injustas liquidaciones, y todas las promesas incumplidas hacia los trabajadores. Lo anterior hace que la responsabilidad social de las empresas celayenses se haya visto desmejorado y la percepción de la clase obrera y administrativa sea de decepción y desaliento. Esto se traslada también a la incapacidad de las empresas por “cuidar de sus trabajadores” en un contexto de inseguridad donde las balaceras, los asesinatos, los secuestros, los asaltos y robos están a la orden del día.

Juan P. asegura que en el momento que comenta sus inquietudes a sus directivos respecto a los horarios de tercer turno y la inseguridad en las calles, recibe una respuesta por parte de ellos: “su obligación es llegar seguros a la planta”. Ante esta situación de impotencia no queda más que continuar laborando en este entorno donde no hay facilidades para “mantenerse con vida” y seguir laborando posiblemente porque es el único ingreso para su familia. Así, las empresas celayenses y su adaptabilidad a un entorno social complicado e inseguro resulta negativo e incapaz de generar acciones en pro de “su gente”.

Ahora bien, el nuevo entorno mundial ha generado que el “capitalismo salvaje” baje la guardia por un motivo inimaginable: la salud. ¿Qué tan dispuestas están las grandes empresas, y empresarios, celayenses de proveer a sus trabajadores de salarios que les permitan sobrellevar la crisis económica venidera? En los últimos días Pedro M. comenta que en su empresa habrá despidos y en otros casos, el sueldo bajará por encima del 50%. ¿Qué harán las madres y los padres cuyo ingreso económico mínimo ayuda a sobrellevar los gastos de sus hogares? ¿Qué hará el estudiante que esta por ingresar al mundo laboral cuyos padres ancianos ya no pueden contribuir a los gastos de sus hogares?

Es evidente que la tasa de desempleo aumentará, y con ello la pobreza (y probablemente la inseguridad, pero no hablemos más de ello) no solo en la ciudad de Celaya sino en este y otros países. Los despidos y la escasez del empleo son parte de todo el panorama que se avecina como efecto subyacente de la pandemia. Las empresas que se encuentran en medio de contingencias no contemplan recursos para salvaguardar sus “recursos humanos” (y es que, desde mi punto de vista, hasta el término “recurso” no se adhiere a “lo humano”). Quizás la percepción parezca un poco pesimista, aunque, en estos momentos, el pesimismo es parte de una realidad, mucho más para los países “tercermundistas” que ciertamente, no cuentan con las facilidades para deudas, impuestos, rentas, servicios básicos y ni se hable de los sistemas de salud.

Es cierto también que los empresarios están dirigiendo sus acciones a salvaguardar su empresa, sus ganancias y sus recursos materiales. Y es más cierto que el pánico de los trabajadores está en aumento. Maria F. comenta que hace meses que no le pagan su sueldo completo pero que semana con semana espera que su jefe salga de su crisis y pueda pagarle ya que es más difícil renunciar y luego pedir su dinero, sin embargo, “con lo que está pasando, ahora lo ve más difícil”.

Ante un mundo globalizado y conectado, la crisis de países “primermundistas” como Alemania o Inglaterra está afectando a los países que dependen económicamente de estos. Tal es el caso de México y otros países latinoamericanos. Si consideramos una “reacción en cadena” nos daremos cuenta de que hasta el pequeño comerciante se está viendo perjudicado. Es lamentable pensar que, en muchos hogares, la pobreza y el desempleo han sido parte de su vida y que ahora esta situación puede empeorar. Otra decepción consiste en la presunción de las empresas extranjeras que han invertido en el Bajío y la generación de empleos y que ahora las personas, con sus ilusiones rotas, vuelvan a su hogar esperando que “esto mejore”.

No cabe duda de que la tarea y el reto de las autoridades consistirá en poner atención a estas deficiencias y a implantar políticas que mejoren la vida de los y las obreras, de los comerciantes, de los agricultores y todos aquellos que no han sido parte del “crecimiento económico guanajuatense” (tal como se ha visto el turismo en los últimos años). Seguramente, las empresas extranjeras replantearan sus inversiones, pero es poco probable que volteen a ver a “sus trabajadores” y su papel como “fuerza de trabajo”.

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