Opinión

Vidas que no se lloran: a propósito de “algunas” muertes en Guanajuato

Anexo Gto
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Matamos a cada paso, no solo en guerras, disturbios y ejecuciones. Matamos cuando cerramos los ojos a la pobreza, el sufrimiento y la vergüenza. De la misma manera, toda falta de respeto por la vida, todo el coraje, la indiferencia, todo desprecio no es otra forma que matar

Hermann Hesse

Sería redundante recordar la ola de violencia que sacude el estado de Guanajuato en el cual, Celaya es una de las ciudades más afectadas. Los bloqueos, los incendios provocados, las granadas a negocios, las ejecuciones y más, son el pan de cada día. Esta ocasión quiero remitirme a aquellos que ya no se encuentran entre nosotros y que fueron víctimas directos e indirectos en esta desastrosa zona de guerra. Más específicamente a aquellos que por “venganza” o “mala puntería” fueron despiadadamente asesinados. En las redes sociales, un medio bastante interesante para el análisis del discurso, encontramos frases como: “seguramente debía algo”, “hubiera pensado en eso antes de involucrarse con esa gente”, “era drogadicto”, “andaba en malos pasos”, “esa gente no tiene educación”, “para qué le llora si se lo merecía”.

Es justamente la última frase la que nos motiva a pensar y reflexionar sobre una frase de Judith Butler, filósofa estadounidense, ella nos habla sobre aquellas vidas que no merecen llorarse, vidas indeseables, marginadas y despreciadas. Se trata de aquellos que no lograron “ajustarse” a los marcos normativos que nuestra sociedad impone. Los drogadictos, los homosexuales, las prostitutas, los delincuentes y muchas otras categorías son ejemplos claros de esas vidas rechazadas y denigradas. Los estigmatizados, como los llama Erving Goffman, famoso sociólogo.

Algunos de los que mueren en estas circunstancias no son merecedores de tristeza, de luto y de llanto lo cual nos conlleva a una clara deshumanización. Pareciera que las lágrimas están destinadas a las personas “buenas” (o que creemos que son buenas”), a aquellos que no se salieron de la norma y que no cometieron crímenes. Al respecto Butler (2006) comenta: A nivel discurso algunas vidas no se consideran en absoluto vidas, no pueden ser humanizadas; no encajan en el marco dominante de lo humano, y su deshumanización ocurre primero en este nivel. Este nivel luego da lugar a la violencia física, que, en cierto sentido, transmite el mensaje de la deshumanización que ya está funcionando en nuestra cultura.  

 Así, algunas vidas no se consideran una pérdida. Recordemos la frase encontrada en el vocabulario actual: “están haciendo una limpia”. Detrás de esa “limpia”, se encuentran frases como “deberían matarlos a todos”. La violencia implícita en esos discursos conlleva a situaciones mucho más complejas. Algunas personas, ciertamente excluidas socialmente, se encuentran ante un estado de desprotección lo cual conlleva a reforzar el vínculo entre sus iguales lo cual se convierte en un círculo difícil de romper, una constante lucha entre unos contra Otros.

 Y son justamente esos “Otros” los que se cree que no vale la pena llorarse ni sufrirse. ¿Qué hay detrás de llanto y del sufrimiento? La psicología apunta a que el llanto tiene una relación directa con la vinculación social y la conexión humana. Lo anterior explica perfectamente con nuestro análisis, ¿Por qué llorar por la muerte de un drogadicto, de un ladrón o de un asesino? ¿Acaso no se ha perdido la conexión humana con los que llamamos desviados? Ad Vingerhoets, profesor de Ciencias Sociales y del Comportamiento en la Universidad de Tilburg, Holanda, menciona: “Las lágrimas son de extrema relevancia para la naturaleza humana, lloramos porque necesitamos a otros”.

¿Quién necesita un drogadicto o un criminal? En los últimos días, el colectivo feminista de Irapuato comenta con indignación: “LAS MADRES NO TIENEN LA CULPA. Las familias no enviaron a sus hijos a sabiendas que los asesinarían. Más empatía con las familias”. Esto tras una publicación de la página BAJÍO SECRETO que dice: “COMO SE SIENTEN LAS MADRES QUE ANEXARON A SUS HIJOS CONTRA SU VOLUNTAD Y AHORA ESTÁN MUERTOS? Esto desató una ola de comentarios en contra de aquellos que apuntaban a la culpabilidad de las madres. Dejo a la reflexión del público su posición al respecto y también lo siguiente ¿Acaso esas madres no necesitan a sus hijos?

Tenemos, entonces, una serie de problemas que traspasan las barreras de la violencia y el narcoterrorismo que asecha las ciudades de Guanajuato. La falta de empatía, el rechazo, la marginación, denigración, desaprobación, deshumanización, violencia simbólica y muchas otras “cuestiones sociales” que, lamentable el Estado no tiene en sus manos las herramientas para erradicarlos. Tampoco las familias. Desde pequeños se nos enseña a establecer diferencias entre nosotros y los Otros, los buenos y los malos. Entonces, como “humanos” no tenemos las herramientas ni la capacidad de reflexionar sobre nuestro papel en estas circunstancias, creemos que no nos corresponde. Imperativamente exigimos soluciones cuando en nuestros hogares prevalece la violencia y reforzamos la desigualdad y la exclusión social.

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